martes, 19 de agosto de 2014

La delgadez es una dictadura insoportable

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Se observan trastornos de identidad y trastornos alimentarios cada vez más severos y con más frecuencia en adolescentes y pre adolescentes. Cuando el imperativo categórico de la Belleza parece reducirse a un único atributo; la Delgadez, la vida se circunscribe a dos categorías delgada o gorda. 
Esta distorsión cognitiva, se ve reforzada desde el entorno socio-cultural cotidianamente. 
Se repiten escenas en las que niñas y jóvenes cuya talla oscila entre 1, 64/ 1, 68 m de altura con un peso entre 55 / 60 kg sienten la exigencia y el mandato desde las miradas, de bajar de peso; hasta llegar a pesar entre 45/ 53 kilos, a cualquier costo.
 Urge como padres anticiparnos. Abrir todos los sentidos para apreciar la verdadera belleza.
A todas las mujeres; y no sólo a ellas, a todos los padres de mujeres adolescentes, especialmente les digo, amemos con todo el corazón a nuestras hijos, apreciando su Ser. Como padres y agentes fundamentales debemos alentar, desarrollar y fortalecer valores y aspectos del ser que sostengan la autoestima de nuestros hijos.
 
 
  El patito feo, por Hans Christian Andersen. El patito feo se ve en el reflejo del agua finalmente; y nota que era un hermoso cisne. Al darse cuenta fue feliz para siempre.


¿Qué atributos valoramos de las personas?
¿Qué valoramos de nosotros mismos?
Cuando desde mi posición de madre, observo los cambios de mi hija adolescente: su estilo, su voz, su cuerpo, su ímpetu, sus intereses, sus gustos;
una oleada de recuerdos, anhelos y fantasmas se actualizan, velando la nitidez del presente con nostalgias de mi pasado.
Para atenderla a ella, debo observarla y aceptarla, tal cual ella es. Y lo hago.
Disfrutando de su ser.
Cuando desde mi posición de mujer, la observo, se interpone un Otro Exigente, inexistente y a la vez omnipresente: el maldito espejo.
Desde aquél Espejo fatal de la princesa Blanca Nieves que sólo ha cosechado envidias, celos, heridas y castigos hasta los modernos espejos cóncavos o convexos, los de boutiques que nos hacen ver más delgadas, o los que nos deforman; como sea, resultan espejos distorsivos en el que tantas mujeres por mirarse, dejan de percibirse o apreciarse, y se pierden de sí mismas.
Atravesadas por el reflejo de lo ajeno, confundidas, disociando imagen e ideal, cuerpo de ser.
El Espejo siempre responde con un imperativo categórico de Ideal de Belleza de Photoshop.
Un espejo, objeto, sádico y mordaz que obtura la medida del propio deseo, contra una imagen, cual figurita completa y perfecta de muñeca de revista de colección.
Cuando algunas, sino muchas más, princesas se afligen por no alcanzar dicha Imagen,
es entonces, que se impone un corte:
 Salir de este espejo, romperlo simbólicamente.
Es en ese instante, que se impone atravesar las infinitas imágenes que nos azotan mentalmente cual videoclip.
Para recuperar el genuino derecho a la palabra, al pensamiento desafiante, a la conexión con nuestras propias emociones y sensaciones. A la conexión con nuestra vida, nuestros propios deseos, nuestra esencia.
Este corte, es fundante del encuentro con nosotras mismas, con nuestra libertad e intimidad, con nuestra singularidad.
Ya no son los otros que tienen autoridad para hablar de nuestro cuerpo en tercera persona: desde que nacimos escuchamos a los otros decir:
" qué bonita bebé, qué simpática, qué inteligentem qué graciosa, qué traviesa, va a ser ...
El corte es nuestro pasaporte para ELEGIR, por y para nosotras:
Quién y cómo queremos ser.
Y a partir de elegirnos, podemos actuar con un Amor Propio irreconocible hasta ahora, por nosotras mismas, como asistiendo a nuestro propio parto.
Para cuidarnos, como cuidaríamos de un ser tan amado, tan único, que nada nos importaría en la vida, más, que proteger.
Atentas a cada pensamiento, a cada acción, a cada relación, a cada nutriente (que incorporamos, no sólo alimentos) que seleccionamos para darle a esta criatura tan amada
para que crezca sana y confiada.


El día que decidimos dejar de mirarnos en un espejo externo, extraño, ajeno, masificante, que no reconoce nuestra singularidad
es posible reencontrarnos con el secreto de nuestra propia mirada.
Ese día asumimos una posición subjetiva.
Para convertimos en lo que somos, esencialmente, en nuestro ser más amado e irrepetible.
Y recién entonces, a partir de este Amor por lo Propio, haremos lugar a otro nuevo AMOR.
Seremos cada una princesa y ya no necesitaremos, como en los cuentos, que nos despierte o rescate un príncipe,
porque cada una puede hacerlo por sí misma, y, desde su condición de ser libre y responsable, elegirá con Amor, a otro ser con quien compartir su viaje, su vida.
A mi Amada Princesa.
Y en su nombre, a Todas.
J.S.

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