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Hace mucho mucho tiempo vivió una joven recién casada que
se sentía como si llevara triste y enfadada desde el principio de los
tiempos. A veces sentía sobre su espalda y sobre su pecho el peso de
haber nacido mujer. Un día confesó ésto a su madre con melancolía: le
dijo que había escuchado decir que en ciertos lugares nacer mujer es un
estigma y le confesó que a veces ella sentía que aquello era verdad. Su
madre se quedó callada, luego miró su bordado y le respondió: “eres muy
joven, cielo. Con el tiempo te olvidarás de todas esas tonterías”… y
siguió bordando en silencio. Entonces la joven sonrió sin fuerza y
sepultó sus sueños en lo más profundo de su corazón.
Su marido la miraba como si fuera un bello objeto que traía consigo
la utilidad del placer estético, del placer sexual, y en su vientre el
secreto de la prolongación de su estirpe. Su rol era
indiscutible: servirle. Y a ella, a la Mujer Arcaica, el plan le parecía
bastante bien. La tierra era muy joven aún y la Mujer Arcaica estaba
fuertemente al servicio de la Vida. No se había planteado otro tipo de
realización personal. Su madre y su abuela tampoco le habían mostrado un
camino diferente, y ella no tenía necesidad de decidir si esto era
bueno o malo, suficiente o insuficiente. Estaba bien así, y lo vivía
con bastante agrado.
Entonces llegó aquella niña extraña a casa: Nova. Su padre había
muerto en una batalla y su madre, una mujer frágil y vulnerable, no
había podido superar la pérdida y había decidido morir también. La
trajeron a su casa con un hatillo y un par de juguetes viejos. Y como
era hija de un familiar lejano, el marido de la Mujer Arcaica decidió
que podía quedarse.
La pequeña Nova no tenía más de siete años y era una niña silenciosa,
observadora y curiosa. Tenía una mirada abierta y brillante, y parecía
ver más allá que el resto de mujeres. Era lista pero también sombría, y a
veces daba vueltas husmeando en la gran biblioteca del hombre de la
casa. Hasta que un día le dijo a la Mujer Arcaica mientras pelaban
patatas:
-¿Podrías enseñarme a leer?
La Mujer Arcaica le dijo que no tenía tiempo para esas tonterías, y
por primera vez en mucho tiempo frunció el ceño y se sintió revuelta y
airada. Nova no se rindió, y se lo pidió muchas veces: le dijo que si le
enseñaba podría comprender aquellos libros, y le contaría historias.
Pero la Mujer Arcaica fue terminante: le dijo que las mujeres de su
familia no perdían el tiempo con fantasías,
y que mientras ella viviera bajo su techo se comportaría como una señorita.
Afortunadamente
Doña Sofía, una vieja criada que vivía en la casa, le dijo que le enseñaría un poco si no se lo contaba a nadie.
-Yo no sé mucho, hija. Pero puedo enseñarte algo… – le confió con una sonrisa cómplice -
Entonces a partir de ese día, al caer la tarde Nova se iba al cuarto
de Sofía para que ella le enseñara lo que sabía sobre las letras, que no
era mucho, pero que poco a poco le permitió reconocer sonidos, palabras
y luego frases enteras en aquellos libros oscuros de la biblioteca del
hombre de la casa. Leían a la luz de una vela, con las cortinas cerradas
para no llamar la atención. Y así sin darse cuenta, Nova se fue
haciendo una mujer, y Sofía se fue haciendo más pequeñita y frágil.
A la vieja criada le había enseñado las letras su padre que se había
quedado viudo cuando ella era muy pequeña, y que la había criado en
cierta forma como si fuera un muchacho. Entre las mujeres de la familia
criticaban a su padre porque le había llenado la cabeza de tantas
tonterías a la muchacha, que parecía más un muchacho que una señorita…
porque desde que había estado leyendo historias no hacía más que decir
que le gustaban más los personajes masculinos porque podían hacer más
cosas.
Pronto, cuando le llegó la edad de casarse, sus tías lo enredaron
todo y la instalaron, por su bien, en un matrimonio muy adecuado. Lo
peor había sido que en su casa no había libros, y como ella no
tenía autonomía para comprarlos tuvo que olvidarlos. Más adelante tuvo
la alegría de encontrar aquella biblioteca olvidada en casa de la Mujer
Arcaica… pero esto fue varias décadas después, cuando ya viuda y con sus
hijos casados, tuvo que servir en una casa para poder seguir adelante
con la vida.
Nova honraba profundamente a la vieja
Sofía y
siempre estaba deseando que todos se durmieran para leer un ratito con
ella. El día que la criada murió, Nova estaba a su lado cogiendo su mano
con ternura y leyéndole un cuento que a ambas les gustaba mucho.
Entonces la vieja Sofía suspiró suavemente, y se dejó ir con la muerte
en una profunda placidez.
Nadie la lloró más que Nova, a fin de cuentas nadie la había conocido
realmente, y desde luego nadie la echó profundamente de menos en el
mundo,
excepto la joven Nova.
Fue entonces cuando Nova miró por última vez hacia la Mujer Arcaica para intentar comprenderla. Habían
pasado muchos años y sin embargo su vida seguía siendo igual, excepto
que estaba más seca por dentro y por fuera. Y Nova pensó, quién sabe por
qué,
que quizás la Mujer Arcaica tenía algún sueño inconfesable. Y un día mientras doblaban unos manteles le preguntó sobre sus sueños.
La Mujer Arcaica la miró con ojos brillantes y por un
momento se quedó en silencio. Fué un silencio tan hondo que Nova supo
que aquella mujer guardaba secretos en su alma. Tan hondo que Nova
habría jurado que abriría la boca y contaría tantas historias que el
mundo desaparecería en torno a ellas, y las historias brotarían de la
boca de la Mujer Arcaica hasta el final de los tiempos. Pero entonces la
Mujer Arcaica bajó la mirada y le dijo con amargura:
-¿Sueños? Vaya! Yo no tengo tiempo para esas tonterías. Ahora tengo que preparar la comida.
Aquella respuesta encogió el corazón de Nova, y sus ojos y su alma se
empañaron porque pudo darse cuenta de que la Mujer Arcaica vivía en el
miedo, y que ya era tarde para ella. Así que sin saber por qué esa tarde
Nova cogió su hatillo
y se marchó subrepticiamente de la casa de la Mujer Arcaica para siempre.
Iba de un sitio a otro y siempre se quedaba más en donde veía
la oportunidad de enseñar a leer y a mirarse a sí mismas a las mujeres
que iba encontrando en su camino.
Nova fue feliz, sin embargo nunca se casó ni tuvo sus propios hijos.
No porque no lo deseara sino porque amó a algunos hombres que querían
convertirla en una herramienta para su realización. Uno de ellos fue
importante pero no soportó su libertad, y huyó. Ella lo entendió, y se
despidió de él honrando el amor que había recibido.
Y es desde entonces que Nova,
la Mujer Nueva,
se pasea por los caminos del Universo sembrando palabras, latidos y
sueños lúcidos en el alma de las mujeres. Tiene toda la paciencia del
mundo germinando en su corazón de Madre. Y mientras camina sin fin,
espera que tú le digas:
-Yo te veo. Yo te honro. Yo sí tengo un sueño.
Cuando esto ocurra la Mujer Nueva te entregará su hatillo, y al
abrirlo encontrarás allí tu mayor Fuerza, y el camino hacia tu Destino.
Que tengas un feliz presente.
*Artículo escrito por Pilar Rodriguez-Castillos para la edición de Septiembre de 2014 de la Revista Española “Espacio Humano”
Si quieres saber más sobre
Las Tertulias de la Mujer Nueva que ofrecemos todos los meses en el Liceo
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